Escribo a propósito de este tema para poner en orden algunas ideas, ya que mañana lunes 22/3/2021 participaré en un directo sobre ello con @cristinacortesviniegra.
Para mí la lactancia materna es una forma de relacionarte con tu bebé, es también alimento y salud, pero tiene una vertiente emocional muy acusada.
Creo firmemente que la gran mayoría de las mujeres sienten una pulsión por amamantar a sus crías, similar a la que se siente por tener niños o cuidarlos, un deseo, un visualizarse a ellas mismas criando o dando el pecho.
Quizá para promover la lactancia deberíamos alimentar más ese deseo íntimo que hablar de beneficios o de obligaciones maternas, ya que muchas mujeres viven este enfoque como coercitivo, como presión sobre ellas para amamantar, al percibirse y sentir que son percibidas como malas madres si no lo hacen o no lo hacen durante el tiempo socialmente aceptado (tanto por exceso como por defecto).
En la lactancia materna ¿querer es poder?
Por la razón que sea, casi todas las mujeres tienen intención de amamantar, así que la caída en picado de las cifras de lactancia en los primeros meses es un asunto de salud pública de primera magnitud. Hay que minimizar las interferencias sanitarias en ese proceso y prestar la ayuda oportuna, que es la que realmente tiene utilidad.
De nada sirven largas conferencias educativas sobre supuestos que no tienen por qué ocurrir si a la hora de la verdad, cuando hay un problema real, no se ofrece una solución y el apoyo cercano necesario para superarlo.
Muchas madres dicen sentirse abandonadas y hasta traicionadas porque deseaban dar el pecho pero algo pasó y se sintieron a merced de los acontecimientos o de engranajes hospitalarios deshumanizados.
Es nuestra responsabilidad como profesionales sanitarios buscar solución o derivar a quien pueda encontrarla, a los problemas de lactancia que se nos plantean cuando trabajamos con madres y bebés o niños.
Voy a hacer una mención especial al dolor de la madre, que se sigue normalizando en las maternidades y acarrea una cantidad tremenda de consecuencias: sufrimiento de la madre, lesiones físicas (las famosas grietas del pezón, que se consideran como un asuntillo menor y pueden ser una de las experiencias más dolorosas y frustrantes que atraviese una madre reciente), pérdida de peso del bebé, reingreso por deshidratación o ictericia, escasa producción de leche, abandono de la lactancia y para mí la más dramática, problemas de vinculación de la madre y el bebé.
¿Cómo se puede uno vincular amorosamente a un ser que te lastima reiteradamente, por más que trates de intelectualizar que no quiere hacerte daño? Es una especie de refinada tortura, creo yo. Estas madres casi rezan para que el bebé duerma un poco más y no pida, para no enfrentarse al enganche, que se convierte en un momento terrorífico.
El resultado es que se espacian las tomas y en ocasiones eso repercute en el peso del bebé, pero sobre todo en el estado de animo de la madre, que se siente francamente mal. Un calvario que en la mayoría de los casos es evitable o mejora con sencillas técnicas manuales.
APEGO Y VÍNCULO
Aunque se usan como sinónimos, apego y vínculo no son exactamente lo mismo. Veamos algunas diferencias:
VÍNCULOS:
- Son de naturaleza afectiva, es decir, en ellos surgen sentimientos y emociones.
- Surgen de la interacción continuada y prolongada.
- Surgen entre dos personas.
- Generan el deseo de búsqueda y mantenimiento de proximidad y contacto.
- Ejemplos de vínculo afectivo: el de las madres y los padres hacia sus hijos, el amor romántico, la amistad, el amor fraternal, etc.
APEGO:
- Se puede considerar un tipo especial de vínculo.
- Debe cumplir un requisito: la búsqueda de protección, cuidado, seguridad y bienestar dentro de la relación.
- Su principal función es obtener protección frente al peligro, la propia supervivencia.
- El bebé desarrolla en los primeros meses de vida una relación de apego con sus cuidadores principales.
- Cuando el niño necesita algo, lo muestra con su comportamiento y el cuidador modula una respuesta para atender esa necesidad.
- Según como el cuidador lea esas señales de incomodidad y responda a ellas, en tiempo y forma, será el regulador emocional del niño en sus primeros años.
- Sensibilidad, disponibilidad, aceptación y valoración del niño son las palabras clave para el establecimiento de un apego seguro.
- Sobre esa base de apego, esas expectativas de ser atendido de un modo u otro, el niño construirá sus relaciones futuras.
Digamos que la figura de apego es el centro del mundo para el niño, la base segura desde donde explorar y a la que regresar.
Contacto piel con piel precoz e ininterrumpido.
Respetemos «la hora sagrada».
Tampoco es tan difícil. Solo hay que ponerse en el lugar de esa familia. Nueve meses esperando esa cita. Para conocerse y empezar una vida juntos.
Si la salud de la madre o el bebé no peligran, lo mejor que podemos hacer los profesionales es ser casi invisibles, vigilar desde la discreción y dejar que ellos sean los protagonistas.
Para nosotros puede ser «un parto más», para ellos es el gran día y lo van a recordar siempre.
Madre y bebé, experimentan un idilio, ayudados por un coctel hormonal, se reconocen y comienzan a vincularse. Se corta el cordón umbilical y empiezan a tejerse otros lazos, de otra naturaleza.
Ese bebé, piel con piel con su madre, tratará de alimentarse de forma instintiva, usando sus reflejos para desplazarse, encontrar el pecho y prenderse, a su propio ritmo.
A veces algo se tuerce y no se puede empezar así de bien.
¿Eso hará que todo vaya mal? ¿No se creará el vínculo? ¿Nuestra lactancia irá mal? Rotundamente NO.
Recordad que los seres humanos tenemos una cualidad necesaria para estos casos: la resiliencia. Podemos superar circunstancias adversas.
Cuanto más implicada en las decisiones que se van tomando y respetada se sienta la madre, mejor será su percepción de la experiencia del parto, aún cuando la evolución no sea la esperada.
La lactancia materna es un facilitador del vínculo y la crianza
Digamos que el roce hace el cariño y que amamantar facilita estar cerquita y acostumbrarse a observar al bebé y así, ir descifrando sus señales. Es una butaca en primera fila para ver la función.
La lactancia materna tiene una vertiente hormonal que ayuda a atender al bebé. La oxitocina, que favorece la salida de la leche, actúa también como un neurotransmisor mediador de comportamientos de crianza y da cierta tranquilidad o placidez, que es bastante necesaria para tolerar la ansiedad y los miedos que desatan tener una criaturita a tu cargo.
¿Dar el pecho garantiza un vínculo adecuado? Pues no siempre, como os decía antes, si la lactancia se convierte en una experiencia aterradora, puede interferir en la relación madre-hijo. También en ocasiones, aunque el mecanismo biológico de la alimentación funcione perfectamente, podemos ver a madres amamantando totalmente desconectadas del bebé, en especial en situaciones de catástrofe o guerra, con el niño pegado al pecho, la mirada perdida y un gesto de profundo sufrimiento.
¿Y si le doy biberón, me cargaré el vínculo? Pues tampoco es así, para mi la clave es comprender que la alimentación en los primeros años de vida, es una experiencia amorosa y como tal debe ser tratada. Se puede dar un biberón con el bebé pegadito, acariñado, atendiendo a sus señales de hambre y saciedad, hablándole y mirándole.
¿Es igual darle el biberón que darle el pecho? Pues tampoco os voy a engañar. No son opciones equivalentes. Para mí dar el pecho es lo lógico, lo normal, el patrón oro de alimentación y relación con el bebé. Pero si no puede ser (por decisión personal e informada de la madre o por una razón médica de peso), volvemos a la resiliencia humana y a que siempre hay maneras de superar obstáculos y decepciones.
¿Y el destete? ¿Qué pasa cuando ya no puedo más y mi niño quiere seguir con la teta?
Tengo un post específico sobre este tema (https://laconsulteta.es/el-destete/), pero querría hacer una pequeña aclaración aquí:
Si la lactancia materna es una forma de relacionarse y tú, como madre, ya no estás conforme con seguir, tienes todo el derecho a parar. Y puedes hacerlo de forma amorosa y sin traumatizar a tu hijo. Requiere tiempo y paciencia, un plan personalizado puede ayudarte y si tienes apoyo de tu pareja será más llevadero.
Puede que a tu niñ@ no le guste y le cueste aceptarlo. Pero le vas a enseñar que tu cuerpo es tuyo y que hay que respetar las decisiones de otras personas. Que no es poco.